Aprovechando que el tema de la corrupción está en boca de todos, debido entre otras cosas a que en los últimos meses no hay día que no nos levantemos con una nueva noticia destapando un nuevo escándalo, me ha parecido que era un buen momento para hablar de un capítulo especialmente relevante enmarcado dentro de las iniciativas que dan forma al concepto de Open Government: la transparencia.
La transparencia es sin ningún género de dudas el arma más potente, más eficaz y de menor coste que tiene a su alcance cualquier Administración para evitar que se produzcan casos de corrupción. La idea es muy sencilla como no tengo nada que ocultar tiro todos los muros de mi casa, abro todas las puertas y le digo a todo el mundo: no tengo nada que ocultar y si alguien no se lo cree, que pase y vea.
Más sencillo imposible, ¿qué problema hay en que los diputados y los senadores publiquen los gastos derivados de sus viajes de trabajo y que pagamos todos los españoles?¿Qué problema hay en que cada vez que se adjudique un concurso público cualquiera pueda acceder a las ofertas que se han presentado y al informe de valoración?¿Qué problema hay en que cuando se convoca una oposición, cualquiera pueda acceder a ver el examen de cualquiera y la puntuación que le han concedido? La respuesta es bien sencilla, si no hay nada que ocultar, no debería haber ningún problema.
Llegados a este punto habrá quien tenga la tentación de discutir y anteponer a la transparencia, la privacidad de las personas y de las empresas, la privacidad de los empleados públicos o incluso la seguridad nacional… excusas, si no hay nada que ocultar, no debería haber ningún problema en hacer pública esta información.
Pero es que además la transparencia puede servir para mucho más que una mera herramienta de control, puede ser un elemento catalizador para la consecución de más y mejores resultados. Pensemos en diecisiete organismos públicos idénticos, ubicados en diecisiete Comunidades Autónomas, cuyos resultados vs presupuesto se pudiese comparar en base a unos indicadores homogéneos y medibles. Pensemos en qué ocurriría si los diferentes departamentos de la Administración General del Estado, pudiesen compararse en términos homogéneos medidos en base a indicadores por todos aceptados que permitiesen medir su eficiencia y su eficacia en la gestión.
Ocurriría que automáticamente existiría una motivación adicional y muy potente para ponerse las pilas y mejorar su gestión. A las empresas privadas que cotizan en bolsa esa motivación se la dan los mercados, a las Administraciones Públicas que no cotizan en ningún mercado, esa motivación se la podría dar sin ningún genero de dudas, la «bolsa» de los ciudadanos.
Resumiendo, hemos hablado de transparencia, gastos, concursos, oposiciones, personas, empleados públicos, indicadores, medidas, comparaciones y motivación, y mientras lo hacíamos no hemos dejado en ningún caso de hablar de información, de información abierta y pública, puesta al alcance de todos los ciudadanos como una herramienta potente de control, una herramienta tremendamente útil que nos puede ayudar a mejorar nuestras instituciones.
La tecnología para hacer todo esto posible existe, tenemos bases de datos capaces de almacenar toda la información, tenemos tecnologías de análisis y explotación de los datos capaces de generar valor mediante indicadores que nos permitan comparar los datos, tenemos soluciones web, apps móviles y redes sociales donde podemos publicar y difundir toda esta información, y tenemos ciudadanos permanentemente conectados, que están en las redes sociales, capaces de ser nuestro altavoz, nuestra fuente de difusión.
Resumiendo, creo que es el momento adecuado para dar ese paso y empezar a andar en una dirección que no tiene vuelta atrás, mi única duda es, ¿existe la voluntad? Esperemos que así sea, porque esta es la dirección que va a tomar la Administración del siglo XXI, será más tarde o más temprano, pero estoy 100% seguro de que finalmente así será, ¿Qué opináis?